Tienes mi 'sí' para siempre, Dios.
No fue un "sí" apresurado ni superficial, sino uno que ha crecido en entendimiento y
profundidad con el tiempo. Jesús me dio su "sí" primero: un "sí" que me abrió las puertas a
Su familia, un "sí" a compartir la eternidad con Él, un "sí" a una relación que trasciende todo
lo que alguna vez imaginé. Y en respuesta a ese inmenso acto de amor, ¿cómo podría no
darle mi "sí" a Dios, cuando Él lo vale todo?
Cada día decido gastar mi vida en Él, no soy una super humana y en mis fuerzas no podría
esto, porque aún se que estoy en la tierra y necesito de su soberanía para lograrlo, porque
cada segundo que le ofrezco no es un sacrificio, sino un privilegio. Jesús es digno de todo
lo que soy, y por eso mi compromiso con Él es absoluto, sin reservas, sin retroceder. Sin
embargo, no siempre lo entendí tan claramente.
Fue en San Andrés Islas, durante la misión, donde mi corazón fue finalmente consciente del
peso y la belleza de ese "sí" que le había dado a Dios. Antes, mi compromiso era real, pero
no del todo comprendido. ¿Qué vendría después de ese "sí"? No lo sabía. Pero en San
Andrés, vi el Espíritu de Dios moverse de una manera que nunca había experimentado
antes. Fui testigo del poder de Su Espíritu transformando vidas, sanando corazones, y
restaurando a aquellos que estaban quebrantados. Cada taller, cada oración, cada
testimonio, me mostró que Dios siempre tiene más para darnos, más de lo que podamos
pedir o imaginar.
Decirle "sí" a Dios no es solo aceptar Su amor, es también rendirse a Su propósito, a Su
voluntad y rendir mi egoísmo, menguar para que el crezca cada día, para compartir a otros
de Cristo. Es estar dispuesto a ser un instrumento en Sus manos, a permitir que Él nos use
para su gloria, sin importar el costo. Decirle "sí" significa estar listo para lo inesperado, para
ser llevado a lugares que jamás pensamos, a servir a personas que nunca conocimos, y a
ver milagros que solo se manifiestan cuando rendimos todo lo que somos a Él.
Un 'sí' puede cambiarlo todo. Mi 'sí' a Dios ha transformado cada aspecto de mi vida. Y sé
que cada persona tiene la oportunidad de experimentar lo mismo. Es por eso que mi oración
constante es que más corazones se atrevan a decirle "sí" a Jesús. Porque ese 'sí' no solo
transforma nuestra vida, sino que tiene el poder de impactar a todos los que nos rodean.
Cada 'sí' que damos en obediencia a Dios abre puertas a nuevas oportunidades de gracia,
de amor y de restauración. Es un 'sí' a la vida en abundancia que Él nos prometió.
Hoy te invito a que te atrevas a darle tu 'sí' a Dios, sin miedo, sin dudas. Porque cuando
decimos 'sí', no estamos diciendo 'sí' a una vida perfecta, sino a una vida llena de propósito,
llena de Su presencia. Y créeme, no hay nada más maravilloso que vivir cada día sabiendo
que nuestro 'sí' a Dios es lo mejor que podemos ofrecer.
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